Hicimos de la cama una trinchera y de nosotros mismos nuestros peores enemigos. Nos curábamos por las noches las heridas que nos abríamos nada más despertar. No supimos valorarnos y acabamos queriéndonos y odiándonos a partes iguales. Preferimos la guerra a la paz siempre que la guerra nos mantuviera unidos aunque fuese enfrentados. En cierta forma hicimos de esto algo personal y no dejamos que terceros se colaran en nuestro campo de batalla. Me cubriste el corazón de cicatrices que únicamente cerraba tu saliva. Chupé tus energías hasta que te quedaste en los huesos. Y nos costó darnos cuenta que lo nuestro no era amor y que nunca lo había sido. A tu lado perdí el norte y el sur e incendiamos media ciudad a base de orgasmos. Los besos con sabor a despedida inundaron cada esquina de la habitación. Y así abandonaste la Luna a su suerte a los pies de mi cama después de haber peleado tanto por arrancarla del cielo. Y las canciones siguen sonando en nuestro viejo radiocaset y aunque prometimos no dejarnos de querer ya hace un rato que lo hemos olvidado. Y ahí estamos haciendo el esfuerzo de reducir lo que hemos construido en recuerdos. Y todos los abrazos y caricias las regalamos a cualquiera que nos haga caso. Mañana cambiaré de rumbo y dejaré de revender mi corazón. Mañana no sabrás ya más de mí.
De hecho
no recuerdo si te quiero
o si ya
no.
VECA
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