Ir al contenido principal

Entradas

AVIONES DE PAPEL

Dijimos siempre, sin saber que hasta ciertas palabras caducan en los labios equivocados. Sin entender que la luz no siempre ilumina toda la oscuridad, y que todo, no se reducía a nosotros, aunque lo pareciera. Dijimos siempre, y te juro, que no dejé de creer en él ni un mísero segundo, incluso cuando recogíamos nuestros recuerdos en cajas y seguíamos hacia delante sin mirarnos atrás. Dijimos siempre. Y fue bonito mirar unos ojos que encendían una ciudad entera. Una sonrisa en la que ser feliz. Yo nunca supe encender farolas con un parpadeo pero tú hiciste que me enamorara de unas alas, de tu cazadora de cuero, hasta del humo de tu cigarro. Fue bonito mientras duró nuestro para siempre. Ahora te echo de menos y cierro los ojos y reflejó tu luz. Y siguen aleteando mariposas a mi alrededor con tu nombre. Y sigo jugando con mis alas. Y sigo prometiéndote un para siempre. Aunque ya no podamos estar juntos. Siempre serás tú. Y eso es suficiente. Aunque la vida nos haya hecho corre
Entradas recientes

No te vayas nunca

He caminado en círculos toda mi vida. He reído cuando la tristeza se apoderaba de mi ojos, cuando la felicidad era tan solo una utopía y yo sin poder soñar. He corrido, he huido y, a veces, solo a veces, me ha tentado la idea de regresar. Pero nunca tuve las fuerzas necesarias para hacerlo. Y un día, de buenas a primeras, apareces tú, me sonríes, y borras la tristeza como quien sopla las velas de una tarta con la ilusión de que se cumplan sus deseos. Apareces y me coges de la mano, te haces el interesante y después me pides el número de teléfono. Y de repente, no sé exactamente en qué punto, algo dentro de mí cambia, la felicidad es un estado de ánimo y ya no me resulta tan utópico. Me enseñas a sonreír con la mirada, me enseñas a relatibizarlo todo, me enseñas a correr en línea recta sin tener miedo a caer, sin escapar de las heridas. Estar a tu lado supone un aprendizaje constante, un adiós a la rutina, un continuo equilibrio, y yo adoro hacer malabares en tu espalda, soplarte las pe

Y que nos llamen locos

La felicidad se ha convertido en su estado natural desde que tú llegaste. Que aunque creas que ella es tan volátil como el humo, en realidad la tienes ganada desde el primer beso. Que su sonrisa ahora esconde primaveras y a ti se te atraganta la vida en sus labios. Que no entiende de reglas ni de límites pero si ha decidido estar contigo no necesita a ningún otro. Ella tiene miedos bajo los ojos, que cambie la suerte y tenga que comenzar desde cero pero a ti te tiembla el alma si piensas en tener que echarla de menos más de cinco días seguidos. Ella, que siempre ha sido una bala perdida en el amor, juega a que pasen los días esperando volver a verte. Porque quizás, dejarla entrar en tu vida fue algo que te pilló por sorpresa, pero en estos caso, es mejor dejarse improvisar. VECA

Busco estrellas en el cielo, porque tú me diste alas para volar

Tiene vértigo, vértigo a quedarse colgada de tu sonrisa y no saber retomar el vuelo. O peor aún, no querer alejarse más de tu posición. Como si mirar tus ojos no distara demasiado de acostarse a tu lado para mirar el cielo. Se le acumulan las razones sin lógica en las pestañas, esa locura imposible que resbala de tu respiración a la suya. Como una tirolina de besos que cuenta las horas para verse. Le es difícil no dibujar un mapa del tesoro en tu espalda y marcar la X con el carmín de sus labios sobre los tuyos. Es bonito que al mirarte, no solo le gustes tú sino que también se guste ella. Que no creyera en la magia hasta que llegaste tú con todas esos sueños en forma de costelaciones. Ahora desnudáis imposibles hasta que les entran las dudas. Jugáis a hablar con miradas que lo dicen todo, os calláis con besos y os echáis de menos cinco minutos después de haberos despedido. Os cogéis de la mano y entre vuestros dedos se forma una nueva gravedad. Así que, si el fin del mundo llega,

Devoradora de sonrisas

Es una persona fuerte. Impermeable. Vive de una sonrisa como si ese simple gesto fuera su pasaporte a cualquier parte. Le cuesta dejarse caer porque sabe lo que duele la caída y no le gusta que nadie le recoja porque ya ha probado el impacto. Conoce el sabor de la sangre recorriéndole las rodillas, las cicatricew abriéndose por culpa de dedos curiosos que nunca creyeron en la magia de la risa para construir alas que cubran cielos oscuros con trazos de luz.  Ha visto amanecer Madrid con lágrimas en los ojos. Y nunca ha recordado por qué lloraba. Tal vez el problema de la pregunta siempre ha sido que ha equivocado conceptos, qu enunca ha aprendido a llorar por cosas pequeñas sino por personas muy grandes. Y que esas personas no sabían que lo eran. Ver caer gigantes siempre le ha parecido la sátira más cruel que nos comparte la vida. Pintando primero sus ojos en el recuerdo para observar el mapa de sus párpados cerrándose para siempre. Un corazón con esquirlas de haber vivido

Nosotros tenemos las elecciones entre los dedos

Decidir, eso es a lo que nos preparan desde pequeños. Decidir entre rosa o azul, entre pelota o muñeca, entre niño o niña. Luego, un poco más mayores y con las rodillas aún vírgenes, elegimos quienes serán nuestros amigos, sin darnos cuenta que, de la misma forma, elegimos a quienes serán nuestros enemigos. Los contrarios, los iguales. Elegimos querer, incluso, a veces, que nos quieran. Por quién caer, por quién sufrir, por quién luchar. Elegimos darlo todo, sin filtros, sin límites, sin importar ni medir las consecuencias. Y claro, esas decisiones son las que abren agujeros en el pecho. Porque las decisiones importantes las tomamos con los ojos bien abiertos, que no te digan lo contrario, con la cabeza bien alta, con la piel al desnudo, arriesgándolo todo y siendo conscientes de ello. A veces elegimos más perder que ganar, sin darnos cuenta de que la derrota siempre estuvo bajo nuestros pies, que salir del precipicio solo conlleva intentarlo. Hay ocasiones en las que saber que lo has

Choque de estrellas

Todo se resume en perder el sueño en las manos correctas. Si tú ries, a mí me vale. Me basta con mirar esa sonrisa, apretar fuerte los párpados y repirar muy hondo; hasta que lo bonito de tus ojos se parezca al cielo atardeciendo. Hasta que los problemas queden envueltos por tu voz y ya no me de miedo enfrentarlos. Una vez me dijiste: no voy a luchar tus batallas, yo ya tengo las mías, pero cuando te canses de tanta guerra, yo te ofrezco unos brazos desnudos en los que cobijarte . Fue entonces cuando entendí que hay personas a las que llamar hogar tan solo es una bonita redundancia.  Me has enseñado que hay caminos que no siempre llevan a Roma. Que perderse, a veces también, es la mejor forma de encontrarte. Que hay lugares sin salidas de emergncia, pero que tampoco las necesitas. Pongamos de ejemplo tu cuarto. Por ejemplo, nosotros en tu cuarto. Por ejemplo, con amor cayendonos por los dedos y salpicándolo todo. Te juro que si me abrazas me vuelvo más valiente aunque no debería

La diría que creyera en la magia.

-¿Sabes? Sé que algún día volveré y me encontraré contigo en plena Gran Vía y entonces te veré con ella, con otra que no seré yo. Y te sonreiré y te saludaré casi por educación y te preguntaré que tal te va todo mientras observo como ella te coge de la mano sin saber quien fui yo para ti. -Hablas de ella como si existiera alguien que pudiera sustituirte. -Y existe, siempre existe. Y me encantaría poder decirla que te cuidara, como nunca supe hacerlo yo. Decirla que escuchara hasta tus silencios, que te llamara hogar porque sé que es la forma en la que te sientes más útil, sabiendo que eres el refugio de alguien. Me encantaría explicarla como ha de acariciarte en el cuello para que no dejes de temblar. O como tocarte el pelo, despacio, para que te duermas. La diría que creyera en la magia, porque tú tienes de eso. Que no tuviera en cuenta tus huidas porque si la quieres, siempre volverás. Que ella también puede huir de vez en cuando, pero que nunca se olvide de volver. La diría q