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Quédate

Sí, lo hizo mal. Se equivocó y se resguardó en que nunca quiso nada serio con él. Se convenció así misma que cada noche en su ombligo fue una más. Que los besos y las sonrisas no tenían nada de especial. Que él era un capullo del montón y ella otro proyecto de princesa que se fue a pique. Ella era el fracaso en esa relación absurda que no tenía ni pies ni cabeza. Ella era la escasez de besos, el mal humor y los aniversarios olvidados. Él los abrazos en invierno, los bailes bajo la lluvia y los para siempre.
Ella fue la que no supo valorar y él el que acabó perdiendo.
Las canciones y las reconciliaciones se fueron a tomar por culo junto a los meses que vivieron juntos. Y luego todo volvió a la normalidad, más o menos rápido. Él se tomó su tiempo para alejarse de ella, para echarla de menos y para guardar sus sonrisas bajo llave. Ella prefirió dejarse la piel en cada esquina, calzarse su tacones más altos y seguir siendo feliz sin él ahogando sus penas en música.
Pero no pasaron ni dos días hasta que ella comenzó a necesitar de sus abrazos y a él le empezaron a escasear sus besos. Y al final, esa oportunidad en la que ella no creía, la misma que él no estaba dispuesto a dar, volvió a hacerles invencibles.

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