Ahora que todo en la vida cuesta dinero, olvidamos que nuestros sueños son lo único que nos pertenece a nosotros solos. Y que somos nosotros, como únicos propietarios quienes podemos compartirlos con cualquiera.
Olvidarse de soñar es como apagar el Sol.
Es una fomra muy miserable de autodestruirse. Soñar significa que aún estás vivo, que aún no han podido contigo, que te lo han quitado todo, menos las ganas de seguir jugando.
Hasta los peones tienen posibilidad de convertirse en reyes y quién te dice a ti que ella no puede ser tu reina.
Si se deja de soñar, se deja de luchar.
Nadie puede luchar por otra persona eternamente sin recibir algo a cambio. Nadie puede soñar por ti y mucho menos hacer tus sueños realidad.
Una partida de ajedrez no se termina cuando se coloca al rey entre la espada y la pared, ni cuando se le deja solo, ni mucho menos cuando pierde a su reina; termina cuando se rinde, cuando prefiere morir a seguir defendiéndose. Si invertimos algunas reglas del juego, hasta el jaque a la reina la partida está en tablas. No hay rey que pueda luchar por su reina para siempre, no hay reina que pueda servir de escudo a un rey para toda la vida.
Soñar es igual.
Soñar sobrevive hasta el jaque mate. Si mueren antes tus sueños que tú ¿qué te queda?
A veces, simplemente, olvidamos que vale la pena soñar, no por soñar sino por hacer realidad imposibles.
Dime de qué no serías capaz y prometo luchar por ti...
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