Y me fui, porque las partituras del cielo no estaban hechas a nuestra medida, porque la banda sonora de tu vida era solo eso de TU vida y yo no pintaba nada en ella. Me fui sin despedirme, porque ni a ti ni a mí nos gusta decir adiós y mucho menos a la cara. Y así terminamos, yo sin rumbo y tú sin norte, como siempre. Nunca hechos a la altura de nadie. Simplemente, nunca de nadie. Intentaste hacerme muy pequeña y te diste cuenta de que los imposibles no eran lo tuyo y yo, cariño, no iba a ser la excepción.
Atentamente nunca tuya.

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