Tiene sus ojos verdes pintados en la almohada. Los lunares de su espalda atrapados entre las sábanas. Esa media sonrisa torcida cuando es feliz clavada en el corcho de su habitación. Tiene la sombra que describen sus hoyuelos colgada del techo.
Pero también tiene el miedo, los complejos, las inseguridades en el marco de la puerta.
El vértigo al rechazo. Los fantasmas de no ser lo que él busca.
Ella, que se fuma cada una de sus sonrisas y se folla la distancia. La misma que es un flan cuando él pasa por su lado y ni siquiera la mira. La misma que odia los para siempre, las fechas de dos días o el chocolate.
Pero al final todos los vicios terminan por enganchar y ella lleva enganchada a sus labios mucho tiempo.
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