Tu sonrisa la traía de cabeza con la misma fuerza que un imán. Pero eso no quitaba que pasaras más tiempo entre sus piernas que en su mente. Porque de amor no iba la cosa. Ella era más de una noche que de repetir con el mismo por si se la jugaban. Ya se había llevado suficientes palos en su vida. Prefería robar corazones con la boca a que la robasen lágrimas con amargas despedidas que ya se había cansado de ahogar en vasos y guardar en baules. Que ni tenía un corazón de hielo ni diciembre venía caluroso este año. Ella necesitaba abrazos como todos pero no más putadas de amor. En realidad no daba un duro por él.
Amor del bueno, sexo del duro, caricias baratas. Vicio del de antaño, droga para sus sentidos y manos que se conocían demasiado.
Pero ella ya no te necesita. Ya se había llevado el golpe, había saboreado el muro de hormigón a trescientos por hora. Tú la volvías loca pero ella era la única que podía con tus idas y venidas. Así que déjala pisar fuerte con sus tacones de medio metro o con sus deportivas. Que muerda las noches y se coma a tantos capullos como tú como quiera.
Déjala ser feliz a su manera. Que ya te darás cuenta que te sobraron muchas sábanas y te faltaron más hacerla sonreir.
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