Ahora es él el de los nubarrones, los días malos y la falta de sonrisas. Ahora es ella quien no escatima en bailes, en vestidos y en pintar de colores su mundo.
Y todo porque él quiso jugar a ganar más corazones que estrellas y se quedó sin el que de verdad le volvía loco. Perdió las sonrisas, las miradas y las mariposas. Arriesgó todo a su número de la suerte y no contaba con las mejores cartas. Joder, perdió sus enfados transitorios al madrugar y su locura permanente que tanto bien le hacía. Pero ella sigue ahí, al pie del cañón, dispuesta a comerse el mundo de un bocado. Dispuesta a enamorarse de otro que no sea un capullo y que la trate como una jodida reina. Que aunque ella nunca quiso coronas ya está harta de que no la valoren como ella merece. Si él no la quiere lo suficiente, ya lo hará otro. Que para perder el culo por uno que no la hace ni caso mejor no perder ni el tiempo.
Y claro, la partida se ha acabado y aunque ninguno de los dos ha ganado nada, los dos han perdido. Ella a él, pero oye, al menos ha abierto los ojos. Y él a ella, pero mira por donde la macarra de turno le ha robado el corazón.
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