Llevas esas pintas de poeta callejero
que tanto gustan a las musarañas.
Las musas arañan por donde arrastras tus huesos
antes de que termine de amanecer.
Corres más que el Sol
por eso tus sonrisas siempre huelen a despedida.
Las alas de tu sombrero se recortan en la noche
como si fueras a echar a volar de un momento a otro.
Sonríes,
y tú sonrisa es un suspiro
en la melancolía de mis fantasmas,
una curva de delirios al viento,
terrones de azúcar que, sin duda, endulzarían incluso a la
primavera.
No quiero que me de una hiperglucemia.
Pero me vendrías tan bien en las bajadas de azúcar.
Te escribo de reojo
como si así mi inspiración no tuviera tiempo
de echarte de menos.
Llevas la barba de dos días mal troquelada
y estoy segura de que si te besara
me pincharía con ella
pero dicen que la acupuntura mitiga los dolores
y, precisamente a mí, me vendría muy bien
una buena dosis
de tu remedio natural.
Me da miedo desgastarte a palabras
Pero, quizás tú,
de poeta a pseudopoetisa,
puedas entenderme.
Sírveme una taza de versos
que estoy dispuesta a dejarte de propina
todas las rimas del mundo.
Y si me provocas una hiperglucemia
vas a acabar haciéndome acupuntura con los labios.
VECA
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