
Y esas putas mariposas en el estómago otra vez, como hace unos años. Como cuando quería comerse el mundo y saltar sobre nubes de algodón de azúcar y cursilerias de esas. Ahora se le quiere comer a él y saltar- a ser posible- sobre sus caderas. Ahora todos dicen que es fácil y que vale demasiado la pena, no como ayer, que lo único que querías saber tú de ella era la fecha exacta de su huida o si simplemente iba a marcharse para no volver. Ya no cambia besos por rosas ni se hace autofotos-
selfies- colocando los morritos (ya sabes) como si fuera un pez. Hoy sus labios no son tu maldito cementerio de besos ni necesita otras sonrisas- y en especial la tuya- para sonreír, porque ha aprendido (y muy bien) a hacerlo solita. Has dejado de ser un vicio de su lista que ahora encabeza él. Y tus buenos días se quedan en nada al compararlos con como se los hace él. Ya sabes, el tiempo no espera, y ella tampoco (lo hizo, pero hasta el corazón tiene un límite para ser pisoteado). Y tus caricias baratas no valen nada en comparación con las suyas (creías que ibas a durar para siempre en su cabeza, pero no). Y es que a ninguno os sobraron sábanas, pero tú ya tenías la vista puesta en demasidas antes de olvidarla la primera vez. Y se cansó de ti (tal cual), como tú te cansabas de ella a menudo. Se acabó lo de ser su kriptonita, porque hasta esa- estúpida- promesa caducó y ni garantía contra el frío ni tormenta favorita (¡ni leches!) ni nada de nada. Tú la malacostumbraste, la hiciste creer que lo que ella quería era ser una princesa y una casita frente al mar, pero ni mucho menos. Ella te quería a ti-
capullo- pero ni la mitad de lo que le quiere a él a día de hoy. Porque, oye, tú la preguntas si podías ser su escudo pero es que esas cosas no se preguntan, como tampoco se cuentan lunares antes de dormir ni
se pintan las habitaciones con recuerdos. Disfruta de los versos que te dio porque ya no habrá más. No se lo tengas en cuenta pero lo polvos de despedida que no la echaste los echarás de menos. Y esos
para siempre que jamás se atrevió a pronunciar contigo tampoco se lo dirá a él (no te preocupes, su cordura- aunque escasa- sigue intacta) pero por una vez tiene ganas de creer en medidas del tiempo que duren más de un rato.
Es que él se le ha calado hasta los huesos y simplemente es el principio (así que imagínate...).
VECA
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