
Deja de decir que estamos perdiendo el tiempo porque lo único que perdemos juntos es la ropa, en tu casa, en la mía, o en el portal cuando no nos aguantamos la ganas de
perder el tiempo. Deja de decir que esto no va a llegar a buen puerto, porque puedo pasarme toda la vida en alta mar surfeando sobre las olas de las sábanas del colchón. Deja de decir que no nos necesitamos, porque es una obviedad, pero admite que me echas de menos a veces y otras directamente me hechas de cualquier rincón de tu subconsciente con tal de que no se te haga la boca agua. Porque aunque te joda admitirlo te mueres por pasar un día más conmigo contándome los lunares de la espalda y yo me muero por escuchar todas y cada una de tus mentiras que en mi oído suenan tan ciertas, pero no lo son. Como nosotros, no somos, no somos nada, más que un par de (¿) incomprendidos (?) que buscan quererse un rato, pero quererse desnudos y el uno encima del otro, con los ojos bien abiertos para no perdernos nada.
Somos un caso, que es la forma elegante de camuflar que somos un puto caos de ropa, sudor y falacias. Todo sucio. Todo oscuro. Todo a tientas. Todo muy nuestro. Lo único que es nuestro y ni siquiera a cien por cien solo al ochenta, el otro veinte se lo quedan nuestros miedos, dudas y superficialidades.
Jamás me oirás decir que te quiero, pero sé que eso es recíproco.
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