A veces espera a que todo salga mal, sin molestarse siquiera en intentar que algo de todo esto salga bien. Supongo que hoy es un día de esos. Uno de esos días en los que no se siente Kriptonita ni diamante, más bien simple papel. Uno de esos días en los que ser sincera no la es muy complicado y que el orgullo parece haberse marchado de vacaciones. Uno de esos días en los que desearía poder estar cara a cara con él, frente a frente, sin miedos, sin restrinciones, sin errores, sin pasos en falso y decirle ¿y ahora qué?
Poder mirarle a los ojos y decirle simplemente te necesito conmigo, porque eres la razón de volver aquí una y otra vez, porque lo malo a tu lado es menos malo, porque simplemente te quiero. Pero a ella le cuesta un mundo poder decir esas dos palabras. Porque es la diferencia entre ser feliz o hundirse en medio de la oscuridad, una oscuridad que no la asusta lo más mínimo porque ella se escapa allí siempre que puede. Porque estar a su lado o no determina ser o no feliz. Y a la vez teme dejar de ser libre.
Pero hoy no es uno de esos días en los que se siente invencible, hoy tan solo ve la realidad tal y como es. Hoy entiende que no hay vuelta atrás, que no puede cerrar los ojos y hacer como que nada de eso está pasando. Que una vez comenzada la partida, no puede salir del juego. Que no es de piedra por mucho que lo intente. Que es orgullosa, fría y distante. Pero él consigue sacar lo opuesto de ella.
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