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Mostrando entradas de septiembre, 2014

La primavera en tu boca

La preguntan en qué esquina perdió la sonrisa y ella no sabe qué responder. Porque no fue en una esquina, fue en otra sonrisa. Ella trata de ocultar las pocas ganas que tiene de volver a creer en el amor y es que nadie más sabe lo que ocurrió en su habitación de enero a marzo. Nadie conoce con quién compartió almohada ni en que trincheras decidió luchar. Nadie sabe que eligió bando y que perdió la guerra. Pero ella si te recuerda, como si fuera ayer, haciendo primavera el mismísimo invierno. Jugando en las trincheras de tu cama a ganar una guerra perdida porque te cambiaste de bando nada más empezar. Pero no todo fueron malas rachas, también hubo ataques de amor, algunas medio verdades aunque muchas más fueron las medio mentiras que terminaron siendo más veraces que tu verdad. Y así terminasteis, mordiéndoos el corazón para acallar a la razón cuando os queríais. La gente no entiende de amor y vosotros dos menos. Media ciudad ya sabe que no la echas en falta, la otra mitad sabe de sobr...

Seis canciones llevo sin dejarte de querer

Te tengo ganas desde el primer puto día que te miré por casualidad al cruzar la calle en plena Gran Vía. ¿Cómo, entre tantas malditas sonrisas, fui a fijarme en la tuya? Sacudiste mi vida, como un jodido terremoto, hasta que perdí el norte y tú te ganaste mi sur. Sin más. Sin lógica, porque por mucho que la busque, no logro encontrarla. ¿Fue el destino? ¿El karma? ¿Mi mala suerte? ¿O tu risa? Te reías... como un loco, sin preocuparte lo más mínimo de a cuántas princesas encantabas. Tú simplemente te reías a gritos, como a ratos suelo hacer yo. Y eso me caló hondo. ¿Sabes por qué le diste la vuelta a mi vida a pesar de no ser más que un desconocido que se patea la capital un lunes al sol con los colegas? Porque de repente me hiciste caer en la cuenta de lo que realmente quería. Quería un risa como la tuya riendo por nada en cualquier momento. Quería a alguien que compartiera su locura con la mía. Que no le tuviese miedo a sonreir en las buenas y en las malas. Quería a alguien como tú...

Si vas a quererme, quiéreme rápido

Ella cuestionaba el amor y lo trataba de usted. No creía en el amor a primera vista, ni a segunda y a veces ni a tercera. Ella cuestionaba todas las reglas no escritas sobre enamorarse. Tardaba un segundo en declinar la idea de salir con alguien solo porque pensaba que iba a ser una pérdida de tiempo. Solía pensar que el amor era algo lento, que lo rápido terminaba aún más deprisa. Por eso dejó pasar al amor de su vida porque le dio miedo subirse a un tren en marcha. Ella, loca entre las locas, su locura no conocía el miedo hasta que sus ojos se cruzaron con los de él en plena Gran Vía. Y qué iba a hacer una atea como ella con alguien como él. Correr el riesgo. Y descubrir que el amor carece de leyes y normas, que es instantáneo y físico y químico e interior. Que se siente con calambres en la piel cuando notas el tacto o el olor de esa persona. Que es algo mágico que supera lo racional. Que es la locura más bonita que experimenta el ser humano... Es tan simple como cerrar los ojos y as...

Aunque sea un rato

Cuidame que te debo la risa y quiéreme incluso cuando yo no sepa hacerlo. Porque he nacido para verte feliz. Y que esa felicidad proceda de mi sonrisa. Que no hay lunes que no sepa dulce si mis labios no se mojan de tu saliva. Y no hay domingo sin resaca de ti y tampoco quiero que los haya. Juguémonos todas las mañanas un para siempre aunque solo dure un rato porque a tu lado un solo segundo puede volverse infinito. No me llames princesa pues ni lo soy ni aspiro a serlo. Ni me mandes mensajitos de buenos días, prefiero que los hagamos juntos. No me quieras más de lo que sabes, porque a mí me gusta tu forma de quererme. No pidas de mí lo que no puedo darte, recuerda que siempre te daré todo lo que tenga sin escatimar. Júrame que todas nuestras discusiones terminarán en la cama. Y yo, por mi parte, te juro no huir jamás. Quiéreme como si fueras a morir . ¿Capaz o incapaz? VECA

Tu sonrisa es la más bonita cara al mar

Y entonces llegó el día en el que te eché de menos y tú ya no estabas para mí. No estabas ni cerca ni lejos, ni había distancias que fumarse, ni orgullos que tragarse, ni disculpas que pedir. Tú simplemente te habías marchado de mi vida sin mirar atrás porque yo misma te pedí que no lo hicieses nunca. Y ya era tarde para encontrarte, incluso para perderte de nuevo. Ya era tarde para todo, para un nosotros, para una oportunidad. Era tarde porque lo decidimos así y ahora yo me retractaba de mis palabras.  Y tú habías dejado de estar al pie del cañón. Ahí estaba, con una copa entre lo dedos escurriendo los últimos recuerdos que tenía de ti en la mesa que siempre pedías por nuestro aniversario. Hoy no había nada que celebrar. Bueno sí, lo bien que se me ha dado siempre huir de todo. De las responsabilidades. Del miedo. De la verguenza. De ti. De nosotros. Incluso de mí. Nunca te llegué a decir que tus hoyuelos al sonreir me tenían loca. Supongo que me creí más inmune al amor de lo...