Ir al contenido principal

Eres mi pecado sin remordimientos

Caí rendida en las trincheras de un amor a ratos. Nuestro amor fue el de dos cobardes dispuestos a nada. Sin embargo lo camuflamos, como haciamos con todos los problemas que no sabíamos solucionar. Nunca quisimos afrontar las dudas que dormían con nosotros.
Llegabas tarde, después de días y días comiéndote el mundo. No me dabas razones y yo tampoco te las pedía. Jugamos al despiste durante meses hasta que nos dimos cuenta de que el uno sin el otro éramos la mitad de en lo que nos habíamos convertido juntos. Nunca fuiste un ángel, pero si alguna vez yo me parecí a alguno, fue gracias a ti. 
Esos éramos nosotros, dos almas erráticas condenadas a no entenderse nunca pero también a no vivir separados por más de un par de centímetros. Inseguros, porque no sabíamos querernos ni a nosotros mismos. Egoístas, porque nadie nos había querido nunca de una manera sana. Y rotos, porque siempre que nos habíamos arriesgado sin hacer caso a la cabeza el corazón había salido escaldado. En pedazos, así estábamos, dinamitados por un cúmulo de besos ajenos que nos habían hecho demasiado daño.
Ahora no sabía quererte, pero lo hacía lo mejor que podía. Al menos siéntete orgulloso porque no huí y tuve muchas oportunidades (y ganas no me sobraron). No huí porque quería intentarlo aún a sabiendas de que lo nuestro no funcionaría porque lo que yo denominaba nuestro no era más que dos piezas de distintos puzzles que tratamos de encajar a la fuerza. Tú lo llamabas tu infierno personal, pero el infierno siempre fue un paraiso para nosotros.
Por eso, aunque las piezas estén encajadas a día de hoy, siempre volveré a tu infierno cuando esté perdida para recordar que a veces los polos iguales se atraen, se curan y no dejan de necesitarse a lo largo del tiempo.
VECA
 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Colección de imposibles

A veces nos olvidamos de soñar. Ahora que todo en la vida cuesta dinero, olvidamos que nuestros sueños son lo único que nos pertenece a nosotros solos. Y que somos nosotros, como únicos propietarios quienes podemos compartirlos con cualquiera. Olvidarse de soñar es como apagar el Sol. Es una fomra muy miserable de autodestruirse. Soñar significa que aún estás vivo, que aún no han podido contigo, que te lo han quitado todo, menos las ganas de seguir jugando. Hasta los peones tienen posibilidad de convertirse en reyes y quién te dice a ti que ella no puede ser tu reina. Si se deja de soñar, se deja de luchar. Nadie puede luchar por otra persona eternamente sin recibir algo a cambio. Nadie puede soñar por ti y mucho menos hacer tus sueños realidad. Una partida de ajedrez no se termina cuando se coloca al rey entre la espada y la pared, ni cuando se le deja solo, ni mucho menos cuando pierde a su reina; termina cuando se rinde, cuando prefiere morir a seguir defendiéndose. Si inve...

Y que te haces autofotos colocando los morritos como si fueras un pez

Esta noche está dispuesta a todo. Ha soltado las gafas de sol y los pitillos negros y los ha cambiado por un ajustado y corto vestido. Ha tirado la timidez y los complejos y los ha metido a presión y bajo llave en un antiguo baul que no sabía ni que existía.  Se ha retratado en el espejo sin una pizca de maquillaje y se ha visto rompedora. Ha sonreido como no lo hacía en años. Se ha puesto los tacones más altos sabiendo de antemano que mañana se verá igual de guapa en sudadera y deportivas. Está decidida a ver el mundo con otros ojos y para ello tiene que empezar por si misma.  Ha recogido los pedazos de hombres lobo que va soltando la luna llena y se los ha puesto a modo de amuleto. Ha besado su collar de la suerte suspirando mientras anochecia y ha pedido, no uno, sino siete deseos como los enanitos de aquella princesa Disney. Ha salido a la calle mordiendo el polvo y las heridas para poder ponerse en pie y ahora se siente como nueva mirando casi como si ella sola pudier...

ALAS

Porque avanzo más deprisa andando en círculos entre tus piernas, cuando el mundo es más chiquitito ahí, bajo nuestra manta de amaneceres. Allí, tu risa hace crecer alas. El tiempo más bonito es el que detenemos. Y los besos de película, se ruedan sin cámaras. Porque tienes lunares en forma de sueños que llevan mi firma. Y eso, cariño, ha iluminado muchos nubarrones. Porque cuando ríes, ríe Madrid y se quedan mudos los atardeceres. VECA