Se siente sumamente pequeña.
Se ahoga en una habitación, entre esas cuatro paredes que solían ser su refugio. Le da miedo huir, sonreír incluso llorar, porque ahora no es un juego. Ella que solía tener una imaginación desbordante ha perdido el ángel y las ganas, el duende y la ilusión. se siente rodeada por viejos fantasmas que creía superados, pero no, nunca los superó, dejó que se amontonaran como piedras delante de sus pies, hasta que al final no ha podido evitar la caída.
Y se ha dado un buen golpe, ha abierto los ojos. Ha descubierto que el mundo no es tan malo como ella misma suele pintarse ni tan bueno como se lo pintan. Que los amigos no son para siempre y a veces los mejores solo están para un rato. Que las personas tienen la manía de dar más veces la espalda que la cara, y nadie va de frente nunca. Que los rodeos son los caminos más seguidos y codiciados hoy en día. Y que lo difícil está al alcance de cuatro tontos que no se dan por vencidos. Que los valientes no existen, que los verdaderos valientes son los que plantan cara a sus miedos cada mañana como verdaderos héroes. Que spiderman y superman solo aparecen en los cómics y aunque de niños todos creemos en los Reyes Magos cuando crecemos dejamos de creer en todo.
Somos tan inmaduros que pensamos que madurar es ir dando palos de ciego llevando la contraria al mundo, pero esa es exactamente la temática del mundo: la moda es ser distinto procurando ser todos iguales. El dinero no lo es todo, pero eso solo es una forma educada de hacer creer a la población que no somos codiciosos ni materialistas. Pero, siendo realistas, la primera impresión es la que cuenta y una camisa bien planchada a juego con la cartera rebosante de caprichos siempre tira más que un visionario en camiseta y deportivas. No, las cosas ya no se valoran por mucho que se nos seque la boca de repetir una y otra vez que no somos superficiales. Porque lo somos, y cada vez más. El amor, la amistad, las relaciones, todo se mide al final por lo mismo: apariencia. La imagen que lo es todo. Permíteme que lo dude. La gente no cambia por ir con vestido o con sudadera. Las ideas son las mismas, y es es lo que debería primar. Pero claro, no lo hace.
Después del huracán vuelve la calma, vuelta a empezar. Ella ha abierto los ojos pero la sociedad volverá a cerrárselos de un plumazo en un visto y no visto. Los fantasmas volverán a su sitio, delante de sus pies, para hacerla caer cuantas veces quieran.
Se ahoga en una habitación, entre esas cuatro paredes que solían ser su refugio. Le da miedo huir, sonreír incluso llorar, porque ahora no es un juego. Ella que solía tener una imaginación desbordante ha perdido el ángel y las ganas, el duende y la ilusión. se siente rodeada por viejos fantasmas que creía superados, pero no, nunca los superó, dejó que se amontonaran como piedras delante de sus pies, hasta que al final no ha podido evitar la caída.
Y se ha dado un buen golpe, ha abierto los ojos. Ha descubierto que el mundo no es tan malo como ella misma suele pintarse ni tan bueno como se lo pintan. Que los amigos no son para siempre y a veces los mejores solo están para un rato. Que las personas tienen la manía de dar más veces la espalda que la cara, y nadie va de frente nunca. Que los rodeos son los caminos más seguidos y codiciados hoy en día. Y que lo difícil está al alcance de cuatro tontos que no se dan por vencidos. Que los valientes no existen, que los verdaderos valientes son los que plantan cara a sus miedos cada mañana como verdaderos héroes. Que spiderman y superman solo aparecen en los cómics y aunque de niños todos creemos en los Reyes Magos cuando crecemos dejamos de creer en todo.
Somos tan inmaduros que pensamos que madurar es ir dando palos de ciego llevando la contraria al mundo, pero esa es exactamente la temática del mundo: la moda es ser distinto procurando ser todos iguales. El dinero no lo es todo, pero eso solo es una forma educada de hacer creer a la población que no somos codiciosos ni materialistas. Pero, siendo realistas, la primera impresión es la que cuenta y una camisa bien planchada a juego con la cartera rebosante de caprichos siempre tira más que un visionario en camiseta y deportivas. No, las cosas ya no se valoran por mucho que se nos seque la boca de repetir una y otra vez que no somos superficiales. Porque lo somos, y cada vez más. El amor, la amistad, las relaciones, todo se mide al final por lo mismo: apariencia. La imagen que lo es todo. Permíteme que lo dude. La gente no cambia por ir con vestido o con sudadera. Las ideas son las mismas, y es es lo que debería primar. Pero claro, no lo hace.
Después del huracán vuelve la calma, vuelta a empezar. Ella ha abierto los ojos pero la sociedad volverá a cerrárselos de un plumazo en un visto y no visto. Los fantasmas volverán a su sitio, delante de sus pies, para hacerla caer cuantas veces quieran.
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