Por muy catorce de febrero que sea, mejor sola que mal acompañada. Pues tus besos ya no le saben absolutamente a nada, tal vez solo a decepciones, a muchas, en realidad. Ni tus sonrisas le traen de cabeza. Ni pierde el culo por tus ojos azules, ni por la galaxia de lunares de tu espalda, ni tus hoyuelos. Que todas esas canciones de amor regaladas en fechas importantes han perdido la fuerza y ahora las escucha porque sí, sin necesidad de recordarte en ninguna de ellas. Ya no echa de menos tus 'buenos días, pequeña' quizás porque los ha cambiado por miles de 'hasta siempre, princesa'. Ha metido los besos que le dejaste colgados del cuello en alguna esquina y para no perder las viejas costumbres sus labios siguen rojos y sus medias más mordidas que nunca. Continua de bar en bar, con su vestido corto, arrasando y acostándose cuando el sol ya lleva despierto un par de horas. Sigue siendo una cabeza loca que no ha encontrado al capullo perfecto para compartir sus ganas de comerse el mundo. Porque te dejó claro desde el momento uno que no quería un jodido príncipe que le llevase el desayuno a la cama ni que le regalase rosas cada aniversario. Simplemente quería a alguien que le hiciese reír incluso cuando estuviese enfadada, que le sacara a bailar bajo la lluvia o le prestase su sudadera. Y al final te diste cuenta de que no eras tú, ni ella era para ti, pero siempre serás esa garantía y ese vicio caro de sus manos.
A veces nos olvidamos de soñar. Ahora que todo en la vida cuesta dinero, olvidamos que nuestros sueños son lo único que nos pertenece a nosotros solos. Y que somos nosotros, como únicos propietarios quienes podemos compartirlos con cualquiera. Olvidarse de soñar es como apagar el Sol. Es una fomra muy miserable de autodestruirse. Soñar significa que aún estás vivo, que aún no han podido contigo, que te lo han quitado todo, menos las ganas de seguir jugando. Hasta los peones tienen posibilidad de convertirse en reyes y quién te dice a ti que ella no puede ser tu reina. Si se deja de soñar, se deja de luchar. Nadie puede luchar por otra persona eternamente sin recibir algo a cambio. Nadie puede soñar por ti y mucho menos hacer tus sueños realidad. Una partida de ajedrez no se termina cuando se coloca al rey entre la espada y la pared, ni cuando se le deja solo, ni mucho menos cuando pierde a su reina; termina cuando se rinde, cuando prefiere morir a seguir defendiéndose. Si inve...
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