Tiene como costumbre dibujarse una sonrisa cada mañana. Ser feliz, aunque sea solo en apariencia. Suele subir la autoestima de los demás, aunque la de ella esté por los suelos. Da consejos que ni ella misma sigue. Nunca permite que nadie se hunda pero ella apenas es capaz de ver la luz por su propia cuenta. Ha tropezado con la misma piedra miles de veces y, a pesar de que ella piensa que esta vez es la buena, que la ha superado, vuelve a darse de bruces contra ella, a dos mil por hora. Vive dentro de una realidad distorsionada en la cual se mira al espejo y no se ve lo suficientemente buena para nada, ni para nadie. En la que ella misma se coloca por debajo de los demás. Aunque a veces pueda parecer superficial y altiva, a sus espaldas lleva más fracasos que glorias. Pocos, muy pocos entienden lo que para ella significa mirarse al espejo y no aceptarse.
Y eso es una derrota diaria.
Se obsesiona por el físico, por unas medidas que la sociedad a preestablecido sin medir las consecuencias. Se ha vuelto presa de un par de números que marca la báscula y que cada día tienden a descender sin control. No obstante, ella sigue viéndose igual.
Vuelve a chocar con la piedra.
Y eso la vuelve vulnerable aunque por fuera se pinte invencible. Los comentarios, las críticas, las miradas la comen. La inseguridad se ocupa de hacer el resto. No come, no duerme, gasta calorías todo el tiempo. Pocos se dan cuenta del problema pues ya se ha vuelto tan común que a nadie le sorprende que una adolescente se meta en esos agujeros negros.
La caída cada vez es más difícil de sobrellevar. Pueden decir que no, pero cada vez cuesta más ponerse en pie. El espejo sigue mostrando una imagen que no corresponde con la realidad, pero eso ella ya no lo entiende. Pasa un mes y su objetivo cada vez es más temerario. Cree que adelgazar es la solución a todos sus problemas, y no, no lo es. Porque esa JAMÁS es la solución.
La clave para ser feliz no es tener un cuerpo diez.
La clave es ser capaz de plantarse frente al espejo y estar orgulloso de lo que ves en él. De ser capaz de sonreír de verdad y no por obligación. De quererse y ya el tiempo se encargará de llevarse las dudas, la timidez y la inseguridad.
Madurar consiste en eso.
VECA

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