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Mostrando entradas de abril, 2016

Y que nos llamen locos

La felicidad se ha convertido en su estado natural desde que tú llegaste. Que aunque creas que ella es tan volátil como el humo, en realidad la tienes ganada desde el primer beso. Que su sonrisa ahora esconde primaveras y a ti se te atraganta la vida en sus labios. Que no entiende de reglas ni de límites pero si ha decidido estar contigo no necesita a ningún otro. Ella tiene miedos bajo los ojos, que cambie la suerte y tenga que comenzar desde cero pero a ti te tiembla el alma si piensas en tener que echarla de menos más de cinco días seguidos. Ella, que siempre ha sido una bala perdida en el amor, juega a que pasen los días esperando volver a verte. Porque quizás, dejarla entrar en tu vida fue algo que te pilló por sorpresa, pero en estos caso, es mejor dejarse improvisar. VECA

Busco estrellas en el cielo, porque tú me diste alas para volar

Tiene vértigo, vértigo a quedarse colgada de tu sonrisa y no saber retomar el vuelo. O peor aún, no querer alejarse más de tu posición. Como si mirar tus ojos no distara demasiado de acostarse a tu lado para mirar el cielo. Se le acumulan las razones sin lógica en las pestañas, esa locura imposible que resbala de tu respiración a la suya. Como una tirolina de besos que cuenta las horas para verse. Le es difícil no dibujar un mapa del tesoro en tu espalda y marcar la X con el carmín de sus labios sobre los tuyos. Es bonito que al mirarte, no solo le gustes tú sino que también se guste ella. Que no creyera en la magia hasta que llegaste tú con todas esos sueños en forma de costelaciones. Ahora desnudáis imposibles hasta que les entran las dudas. Jugáis a hablar con miradas que lo dicen todo, os calláis con besos y os echáis de menos cinco minutos después de haberos despedido. Os cogéis de la mano y entre vuestros dedos se forma una nueva gravedad. Así que, si el fin del mundo llega,...

Devoradora de sonrisas

Es una persona fuerte. Impermeable. Vive de una sonrisa como si ese simple gesto fuera su pasaporte a cualquier parte. Le cuesta dejarse caer porque sabe lo que duele la caída y no le gusta que nadie le recoja porque ya ha probado el impacto. Conoce el sabor de la sangre recorriéndole las rodillas, las cicatricew abriéndose por culpa de dedos curiosos que nunca creyeron en la magia de la risa para construir alas que cubran cielos oscuros con trazos de luz.  Ha visto amanecer Madrid con lágrimas en los ojos. Y nunca ha recordado por qué lloraba. Tal vez el problema de la pregunta siempre ha sido que ha equivocado conceptos, qu enunca ha aprendido a llorar por cosas pequeñas sino por personas muy grandes. Y que esas personas no sabían que lo eran. Ver caer gigantes siempre le ha parecido la sátira más cruel que nos comparte la vida. Pintando primero sus ojos en el recuerdo para observar el mapa de sus párpados cerrándose para siempre. Un corazón con esquirlas de haber vi...