Ella me daba la razón como a los tontos, como si todo lo que yo dijese dependiese de su maldito estado de ánimo. Solía reirme las gracias casi por costumbre y estudiar tumbada sobre mi cintura como si yo fuese de hielo y pudiese ignorar donde colocaba la cabeza y como su manos jugaban inocentes con mi camiseta. Nunca tuvo reparos en el sexo y hacía que mi cabeza explotase de placer al hacer realidad cada fantasía, como por casualidad. Pero sus ganas caducaron. Desde el primer momento me dijo que pasaría pero yo preferí no creerla. Dejó de reírse con mis gracias y de estudiar en continuo contacto conmigo. Perdió ese sexto sentido que transformaba el sexo de mi cabeza en sexo de verdad. Follaba como necesidad primaria, como si ya no fuera con nosotros. Como si algo se hubiera apagado. Como si yo fuese un mero peón en su tablero. Experimente esa horrible sensación de ser sustituible. Sustituible para la persona más insustituible de mi vida. Ni los besos eran recíprocos, ni los ver...
Dreamers can't be tamed